Las cosas pasivas son fáciles de plasmar. Lo que no manifiesta malos indicios es fácil de predecir. Lo que es frágil es fácil de romper. Lo que es liviano es fácil de dispersar. Haz los utensilios que aún no se han hecho. Ordena las cosas antes que se hayan desordenado.

Un árbol que apenas se puede abrazar nació de una minúscula raíz. Una torre de nueve pisos nació de un montículo de tierra. Un viaje de mil millas comenzó con un solo paso. El que mucho se agita en hacer algo, terminará equivocándose. El que se apega a algo terminará perdiéndolo.

Por eso el hombre sabio no se agita por nada y nunca se equivoca, no se apega a nada y nada pierde. En sus negocios, el hombre vulgar siempre termina malogrando las cosas. Si cuidas el final como el comienzo, nada perderás. Por lo tanto, el hombre sabio: Desea no desear. No da valor a las cosas difíciles de obtener. Aprender lo que no se puede aprender, es su doctrina.

Enseña al pueblo a volver sobre sus pasos. Ayuda a las cosas de acuerdo a su naturaleza y no hace nada para forzarlas.